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Todos los días preguntaba si me había llegado una carta, y extrañados me decían que no, ya casi no llegan cartas, generalmente llegan paquetes que desinfectamos con rigor.
Después de muchas semanas, mientras hacía labores mundanas y operativas que me ayudan a marcar un compás, el celular vibró.
“Les otorga la idoneidad moral, mental, física y social …”
Salí corriendo a buscarlo patinando en el piso de madera, estaba en una llamada. Me quedé inmóvil, con el celular en la mano y los ojos empapados. Colgó inmediatamente con una sonrisa urgente.
Me temblaron las rodillas de la misma manera que sucedió al descubrir que tenía un bebé sorpresa en la panza, y nos abrazamos como siempre lo hemos hecho, mientras nos repetíamos, sólo nos queda esperar.
Una dulce espera, dicen.
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Por eso empecé a contar esta historia, porque es una espera elástica e invisible. Aparentemente estática.
Necesité hacer un registro para ayudarme a navegar esta espera.