Laura Barreto Hoyos
1 min readSep 14, 2021

32 meses haciendo de mis camisetas una cápsula impenetrable. Mi barriga un colchón preciso, mis brazos una cuna, y mi leche el mejor antigripal, alimento, consuelo, vacuna, y vínculo.

Esta semana mi hijo reconoce a su amiga la teta, y mientras la espicha cómo una bolita antiestrés de los 90, me informa, más bien, me manda un memorando frío y conciso que dice: Ya no necesito más leche. Ya soy grande.

Sin un corazón dibujado,

Sin un abrazo.

Sin una lágrima melancólica de su parte,

que a mi se me escurre mientras lo veo salir corriendo diciendo que quiere una granadilla.

Golpe seco y sordo.

No recuerdo la última vez que tomó leche. Ahora es borroso el registro de mis llamadas a mi asesora-estrella llorando del dolor. Cómo me esforcé por hacerme los masajes después de la cesárea para que la leche bajara.

La maternidad.

Hermosa, pegachenta, asfixiante, ensordecedora, donde nadie sabe lo que hace y cada quien hace lo que le funciona. Pero siempre empuja, casi con violencia obliga a soltar y celebrar todas esas -últimas veces- que se escurren entre los dedos.

Laura Barreto Hoyos
Laura Barreto Hoyos

Written by Laura Barreto Hoyos

Contenedor de dibujos, textos y otras cosas hechas con las manos a punta de sensibilidad tropical.

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