5
Caminando lento y con los brazos muy abiertos me reencontré con mis amores y descubrí un estado que no conocía.
No lograba encontrarme en mi cuerpo cuando me miraba en el espejo, al que sentía huesudo, vacío, y mutilado.
Me costaba leer una frase y entender su significado. Me parecía complicadisimo comer y lavarme el pelo era un reto, pero con una silla debajo de la regadera me obligaba a hacerlo.
Gracias a dios por un bebé que aprendiendo a caminar llegaba a la cama a untarme de babas y sonrisas muecas. Gracias a dios por un hombre firme y ojeroso que ocultaba su miedo, y a cambio me daba su mejor sonrisa, me ponía su mano en mi frente y me decía con toda la seguridad y amor más sincero; Vas a estar bien, sólo necesitas comer. Y así, en equipo con mi mamá y suegra llenaron la nevera de costillas y morcillas que muy lentamente fui masticando, como mi tristeza.
No se cuantas semanas pasaron así; lloraba mientras veía televisión chatarra, y dormía sin poder descansar, hasta que empecé a oír borrosamente algo de un virus en Asia, pero no entendía. Después algo pasaba en Italia y en España, parecía grave.
Voy a dormir un rato más, a ver si esto pasa. Este túnel tan negro no puede ser eterno, aunque muchas tardes sentí que no iba a poder salir de ahí, todo era mucho.
Me repetía a mi misma -Yo me necesito, mi hijo me necesita, anda y saca fuerza.
Pero lo que más intentaba repetirme sin que me lograra calar era: esto no es tu culpa. Son cosas que pasan. Así es la vida, pero antes de terminar la frase me inundaba la ira y volvía a llorar.
Con el tiempo empecé a recordarlo a él diciéndome, — Lalita, adelante. Adelante porque no queda ningún otro lugar.
Y volvía a caer en el negro, caliente y pesado sueño.