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Dos tareas para ese 15 de julio: llamar a nuestra mamá-guía para dar un paso al frente y, no menos importante; hacer una corona cumpleañera a la niña-caballo de mi corazón.
La llamada nos conectó a otra que terminó en una videoconferencia en la que confirmamos la asistencia a un taller en menos de 10 días. Todo esto antes de cantar el cumpleaños y acompañarla a estrenar su bici.
Al final de la tarde me sentí como cuando uno llega corriendo al bus, se sube tipo sardina enlatada, paga. Cuando respira han pasado 3 cuadras, y solo queda transitar el resto del recorrido agarrando fuerte su brazo, para no perder el equilibro en las curvas que el conductor toma a toda velocidad. También para sentir que todo era real, y sonreír.
De lento este arranque no tuvo nada. Cómo las mejores cosas de mi vida.